Intermitencias del Raid Max (I)

El foco de 130 watts me mira sospechosamente, como diciendo entre dientes algo que no logro entender, pero sé tiene algo que ver con los grillos que se filtran por las vigas, y que el Raid Max no ha logrado exterminar.

En la mesa hay un puro sin abrir que me espera desde hace 15 años, una caja blanca de papel que no es mía y un reloj que marca la hora de morir entre sueños.

Damon Albarn sugiere que vaya a otra fiesta y me cuelgue gentilmente del estante; está bien, está bien, lo tomaré en cuenta para otra noche, para una menos plutónica y más espesa.

Mis oídos se cierran a destiempo, primero el derecho aísla el sonido como en un túnel que se va cerrando poco a poco hasta dejar un ruido lejano de lo que debiera ser el ambiente, mientras el izquierdo emite un zumbido distante pero agudo que distrae. ¿O era al revés? ¿el derecho zumba y el izquierdo enmudece? ¿zumba de verdad o vibra? ¿ensordece o silencia? ¿es usted quién azota mi puerta todas las noches a las dos de la mañana? zumba, suena, calla, silencia, vibra, enmudece.

Anoche soñé que soñaba no sé que cosa, pero el grillo de la izquierda me mira como si callara lo que el foco sabe. !Toma, pinche grillo! ¿Sabían que soy más rápido que los grillos? La fiesta se acabó, está muerta y yo no quiero dormir y tengo sueño. Habrá que ir a otro lugar a morirse por ahí, así sin más.

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